De la esperanza a la impotencia

Costaba pero San Lorenzo ganaba. El rival, con uno menos. Las ideas para liquidar el partido no aparecieron. El capricho de Abal y la siesta de los jugadores del Ciclón. ¿Se pudre todo? Sí, se pudrió: la policía casi construye una tragedia.

Abal se va custodiado. Por su culpa, casi se produce una tragedia. (Foto MA, Hernán Villalobos)

Abal se va custodiado. Por su culpa, casi se produce una tragedia. (Foto MA, Hernán Villalobos)

 

San Lorenzo y Colón disputaron un encuentro de fútbol. El local tuvo más llegadas, pero eso no significa que jugó mejor. Porque el Sabalero, sobre todo cuando expulsaron a su figura en el primer tiempo, Esteban Fuertes, jugó bien a defenderse. El Ciclón abrió el marcador porque Enzo Kalinski probó de afuera y el balón rebotó en un defensa, dejando sin chances a Mariano Pozo.

 

Con la victoria parcial, el equipo de Leonardo Madelón, que contaba con un hombre de más, no supo liquidar el partido. Escasa claridad en ofensiva y un juego muy “para los costados” dejó lejos la chance de un segundo gol. Los de Sensini, en cambio, siguieron defendiéndose y esperando alguna contra. Pero nada los hacía llegar a Nereo Champagne. Hasta que Diego Abal (el calificativo que le cabe me demandaría una carta documento) les brindó el gol del empate en una acción inédita e insólita, viciada de capricho y exceso de autoridad.

 

El lineman había sancionado, correctamente (la imagen lo dejó claro), posición adelantada de Federico Higuaín. El delantero se aprovechó de la situación y, mientras cuervos y sabaleros se desatendieron de la jugada, envió un centro que Ariel Garcé, de compromiso y sin convicción, envió al fondo de la red. Abal nunca paró la jugada y aquí la enorme desconcentración de los jugadores azulgranas.

 

Si bien Abal erró en su percepción, desacreditó a  su colaborador Fernández y convalidó un gol que estuvo mal sancionado, los futbolistas santos fallaron al subestimar el momento y olvidarse, literalmente, de la pelota. Jugadores: no les sobra nada, más bien todo le cuesta el doble, el triple. Están jugándose la permanencia. ¡No pueden subestimar a nada ni nadie! El técnico debería hacérselo saber.

 

Por lo que vemos de San Lorenzo en los últimos tiempos, era de esperar el empate tras el mamarracho de Abal. O quizá, una derrota. Un equipo al que le cuesta reponerse de golpes duros como lo es un “fallo” arbitral. Y que le cuesta más aún hacer pata ancha en su propia casa (aún no ganó de local en el Clausura). El partido lo empató Abal. Estamos de acuerdo. Pero quiero decir también que San Lorenzo no supo liquidarlo. Y eso preocupa tanto como lo otro.

 

La injusticia lleva a la impotencia. También a la reacción que se justifica pero no se reivindica. Un sector de la prensa ahora exige la sanción del estadio, pero no pidió la suspensión del encuentro cuando los hinchas de Colón arrojaron piedras al campo de juego. ¿En serio alguien pretende que en el fútbol argentino el público se despida a los aplausos como en el teatro luego de un episodio tan bochornoso? Evidentemente autoridades, árbitros, jugadores, dirigentes y muchos periodistas desconocen la realidad. Y la realidad es que ayer a los hinchas de San Lorenzo le estafaron su buena fe. Los dos puntos que perdió el Ciclón son imposibles de ajusticiar. Ni siquiera suspendiendo al árbitro por un tiempo considerable.

 

Sí corresponde una revisión del accionar de la Policía Federal, lejos de prevenir y cerca de una tragedia. Equivocaron su excesiva protección hacia Abal al término del cotejo, quedando desafiante ante todo el estadio durante varios minutos para luego reprimir a mujeres, niños y ancianos, sin lograr su propósito: prevenir y mantener el orden.

 

Los clubes pagan mucho dinero por los operativos de seguridad, hoy repletos de inseguridad en las canchas por la falta de capacidad de los agentes que, inclusive, carecen de sentido común. En tanto, la prensa acusa a un sector de la violencia, pero desliga a la policía, grandes responsables del escándalo que se vivió en la cancha de San Lorenzo de Almagro.

 

Lo que se vivió el domingo ante Colón fue como diría Eduardo Galeano, el mundo del revés, Patas para Arriba: el que metió la mano se fue custodiado, y a los que se la metieron, reprimidos.

Román Perroni

@romanperroni

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