Señales

El fútbol es ilusión. Un estado de ánimo. De jugadores, de cuerpo técnico, de dirigentes. Y por encima de todo: de hinchas. Cuatro patas sostén de proyectos.

El equipo anda derecho y parece haber encontrado el rumbo. (Télam)

El equipo anda derecho y parece haber encontrado el rumbo. (Télam)

Desde hace un tiempito, San Lorenzo reordenó su casa. El inodoro, por fin, fue a parar al baño. Y la heladera, a la cocina.

Hay un técnico que habla y respira fútbol, en la versión que mejor le calza. Un plantel cuya única timba es entrenarse. Y  progresar. Altos mandos de pantalones largos. Custodios del sentimiento azulgrana. A veces bien, otras regular. Pero  enfocados hacia el bien común: el de la institución. El cuarteto se completa con el soberano. La gente. La que mide, estudia y sentencia. La que crucifica o endiosa. La que se embala o mata. Con indiferencia. El combo, al fin y al cabo, se convierte en el momento que atraviesa la realidad de un club. Su fotografía.

Sin treparnos a ningún carro. Sin subirnos a un engañoso triunfalismo, el aroma que emana de nuestro querido San Lorenzo huele respirable. La mesurada sensación de bienestar que generan los buenos resultados parece tener un correlato en esa vida un poco más a tono con la coherencia que nos toca vivir. Institucional y socialmente.

Y el fútbol parece cosechar esa siembra. San Lorenzo frenó su caída en picada. Paramos de estar peor. Lo que no es poco. Mientras, la institución remienda el bolsillo y emprolija su rostro. Sin disfraces. A cara limpia. Esto es lo que hay y hay que vivir con lo puesto. Esa línea, intuimos, parece bajar al fútbol. Motivación, compromiso y entrega dice, hoy, el documento de identidad de un equipo cuyo respeto avanza.

Pero la duda nos interroga: ¿se gana porque se está bien o se está bien porque se gana? No hay respuestas para estos  acertijos existenciales futboleros. Solo sabemos, nosotros, los que a pesar de los años y los momentos vividos, a los que nos corre sangre azulgrana por las venas, que en casi todos los rubros estamos mejor. Un poquito mejor.

La pelotita puede ser traicionera. Los que conducen no. Sin apologías. Sin triunfalismos. Sin falsas expectativas. Sabiendo que no tenemos más que nadie. Pero tampoco menos. El juego del campeonato se muestra abierto y un caminito con una tenue lucecita de esperanza parece marcar un rumbo. Despacito y en puntitas de pie. Así la vamos llevando los Cuervos.  Recibiendo señales. Bienvenidas sean.

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